El mal del refresco en los riñones

 

El consumo frecuente de refrescos, especialmente aquellos azucarados y con alto contenido de ácido fosfórico, está vinculado a un aumento significativo en el riesgo de desarrollar Enfermedad Renal Crónica (ERC), según diversos estudios científicos.

A través de investigaciones recientes se informó que beber entre cinco y siete refrescos por semana incrementa el riesgo de padecer ERC en un 33 %, mientras que consumir más de siete porciones semanales eleva este riesgo hasta un alarmante 83 %.

De acuerdo con los datos publicados, el problema radica en los componentes químicos presentes en estas bebidas, como el fósforo y el ácido úrico, que sobrecargan los riñones y generan complicaciones graves. Entre los efectos más preocupantes se encuentran la descalcificación ósea y la calcificación de tejidos blandos, condiciones que pueden derivar en un deterioro progresivo de la salud renal.

El jarabe de maíz alto en fructosa, un ingrediente común en los refrescos, está asociado con problemas como resistencia a la insulina, hipertensión y síndrome metabólico, todos ellos factores de riesgo para la ERC. Además, el exceso de fructosa eleva los niveles de ácido úrico en la sangre, lo que puede dañar el endotelio vascular y contribuir al desarrollo de nefropatías.

Un estudio clave realizado por Johnson et al. en 2007, publicado en el American Journal of Clinical Nutrition, demostró que el consumo excesivo de fructosa activa vías metabólicas que provocan daño renal. Este hallazgo subraya la relación directa entre el consumo de refrescos y el deterioro de la función renal.

 

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