
El pie diabético, una de las complicaciones más graves y frecuentes de la diabetes, causa la amputación de una extremidad cada 30 segundos a nivel mundial
El primer signo de alarma, es la aparición de una úlcera o lesión en uno o ambos pies, a las que pueden sumarse hormigueo, calambres, dolor intenso o pérdida de sensibilidad. La combinación de falta de riego sanguíneo y una infección pueden multiplicar el riesgo de amputación.
Cuando hay enfermedad vascular periférica, el paciente puede notar dolor al caminar, incluso en reposo, y que el pie puede verse pálido, frío, sin pulso palpable, y la herida puede no sangrar, aunque sea profunda.
Cuando se infecta, puede presentar mal olor, secreción purulenta, fiebre y malestar general.
Aunque el pie diabético no aparece de un día para otro, lleva años de mal control metabólico, falta de cuidado de los pies, tabaquismo, hipertensión, colesterol elevado, obesidad y sedentarismo.
La neuropatía hace que el paciente no sienta pequeñas heridas, y la isquemia impide que cicatricen. Por eso, una lesión mínima puede convertirse en una úlcera crónica con riesgo de infección y amputación.