
En la búsqueda de una alimentación más natural o menos procesada, muchas personas están dejando de consumir sal yodada sin saber que están eliminando un nutriente esencial: el yodo. Este mineral es clave para el buen funcionamiento de la glándula tiroides, el desarrollo neurológico y el metabolismo.
Comer sal sin yodo puede desencadenar múltiples problemas de salud, especialmente en mujeres embarazadas, niños y personas con deficiencias alimentarias.
El yodo es un oligoelemento que el cuerpo necesita en pequeñas cantidades, pero cuya ausencia puede tener consecuencias graves. Su función principal está relacionada con la síntesis de hormonas tiroideas, las cuales regulan muchas funciones del organismo, incluyendo la temperatura corporal, el metabolismo y el desarrollo del sistema nervioso.
Dado que el cuerpo no produce yodo por sí solo, es necesario obtenerlo a través de la alimentación. Por eso, desde hace décadas, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda la fortificación de la sal con yodo como una medida eficaz y económica para combatir su deficiencia a nivel poblacional.
Sin suficiente yodo en la dieta, el cuerpo no puede producir las hormonas necesarias, lo que puede derivar en trastornos graves de salud. La sal yodada es una de las fuentes más accesibles y prácticas para asegurar el consumo adecuado de este mineral.