
El estrés se ha convertido en un compañero constante. Jornadas largas, preocupaciones económicas, exceso de pantallas y falta de descanso son solo algunos factores que afectan nuestra salud. Pero hay algo más silencioso que influye en nuestro bienestar: el cortisol, conocido como la hormona del estrés.
Esta sustancia, producida de forma natural por el cuerpo, es esencial para funciones básicas, pero cuando se eleva en exceso puede provocar numerosos problemas físicos y emocionales. Lo que influye directamente en su producción.
El cortisol es una hormona producida por las glándulas suprarrenales, ubicadas sobre los riñones. Su liberación está regulada por el eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal y se activa especialmente en situaciones de estrés físico o emocional.
Entre sus funciones principales se encuentran:
Regular la presión arterial
Controlar el metabolismo de grasas, proteínas y carbohidratos
Suprimir procesos inflamatorios
Aumentar el nivel de azúcar en sangre para proporcionar energía inmediata
Ayudar al cuerpo a reaccionar ante amenazas
En condiciones normales, el cortisol sigue un ritmo circadiano: es más alto en la mañana y disminuye a lo largo del día. Sin embargo, cuando estamos sometidos a estrés crónico, los niveles se mantienen elevados, provocando consecuencias negativas como:
Ansiedad e insomnio
Aumento de grasa abdominal
Disminución de masa muscular
Hipertensión
Problemas digestivos
Fatiga constante