
Un daño a nivel metabólico deja repercusiones severas para las personas que lo padecen, incluso puede provocar la aparición de obesidad, hipertensión y diabetes.
Sin embargo, no es solo un problema de adultos; esta condición está afectando cada vez más a las generaciones jóvenes, con graves repercusiones para su salud a largo plazo.
Desde problemas cardíacos hasta diabetes tipo 2, la semilla de estas enfermedades crónicas se siembra en la niñez, haciendo de la prevención y la intervención temprana una prioridad crítica para padres y profesionales de la salud.
Un daño metabólico es una alteración donde los órganos responsables del metabolismo no trabajan de manera coordinada ni potencializada.
Esto deriva en resistencia a la insulina, un proceso inflamatorio crónico y una desregulación hormonal. El resultado es el desarrollo de un grupo de enfermedades relacionadas con la obesidad, como la diabetes y la hipertensión, que lamentablemente cada vez cobran más vidas.
Organizaciones como la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Federación Internacional de Diabetes (IDF) también han emitido sus propias definiciones, que, aunque con similitudes, varían en sus valores umbral y poblaciones objetivo.
Este aumento de peso se asocia directamente con una serie de comorbilidades graves, como la diabetes tipo 2, ciertos tipos de cáncer, trastornos cardiovasculares, enfermedades hepáticas y renales, problemas digestivos y apnea del sueño, conforme a los National Institutes of Health (NIH).
Una de las consecuencias más peligrosas es que estos daños se asocian con un mayor riesgo de diabetes y enfermedades cardiovasculares (ECV) en el futuro.