
Desde la sicología cognitiva y la neurociencia, hablar con uno mismo en voz baja es considerado un recurso mental útil que puede mejorar funciones como la memoria, la concentración, la planificación y la autorregulación emocional. A este fenómeno se lo conoce técnicamente como auto-habla (self-talk), y está lejos de ser un signo de locura.
Uno de los primeros teóricos que abordó esta conducta fue el sicólogo ruso Lev Vygotsky, quien observó que los niños tienden a hablar consigo mismos en voz alta cuando están resolviendo problemas. Para él, esta forma de lenguaje externo es la base del pensamiento interno. Con el tiempo, esa voz se vuelve silenciosa, pero no desaparece: en muchos adultos, simplemente permanece en forma de susurros o frases en voz baja.
La auto-habla cumple una función importante en la organización del pensamiento. Estudios recientes han demostrado que hablarse a uno mismo puede ayudar a mantener el enfoque, especialmente cuando se enfrentan tareas complejas o situaciones que exigen concentración. Lejos de ser un signo de distracción, murmurar puede ser una estrategia cognitiva eficiente.
Un estudio ampliamente citado, dirigido por el sicólogo Gary Lupyan en la Universidad de Wisconsin-Madison, demostró que las personas que nombran en voz alta lo que están buscando (como decir “llaves” mientras las buscan) lo encuentran más rápido. Esta técnica, conocida como etiquetado verbal, activa áreas del cerebro relacionadas con la atención visual y mejora el rendimiento en tareas de búsqueda.
Este tipo de diálogo interno hablado funciona de forma similar a la escritura terapéutica. En ambos casos, las personas logran procesar emociones complejas, clarificar decisiones y reducir el malestar sicológico. Por eso, los sicólogos consideran que hablar en voz baja con uno mismo no solo es normal, sino en muchos casos saludable.