
El hígado graso es peligroso por su carácter sutil: los síntomas iniciales como la fatiga o el dolor abdominal leve son fáciles de ignorar.
El hígado es un órgano robusto que filtra toxinas y ayuda a la digestión, pero cuando la grasa se acumula en sus células sin ser causada por el alcohol, puede interferir con su funcionamiento normal.
La prevalencia mundial de la enfermedad del hígado graso es de aproximadamente el 30% de la población adulta, de acuerdo con un estudio publicado en Hepatology. Esta tasa ha aumentado drásticamente en las últimas décadas, pasando del 25.3% (1990-2006) a un 38.2% (2016-2019), lo que representa un incremento del 50.4%.
Un estudio, publicado en Clinical Gastroenterology and Hepatology, arroja luz sobre un trío letal de factores cardiometabólicos que impulsan las muertes en pacientes con hígado graso.
Presión arterial alta: Está asociada con un aumento del 40% en el riesgo de muerte, superando las expectativas de los expertos.
Prediabetes o diabetes tipo 2: Este factor incrementa el riesgo de muerte en un 25%.
Colesterol HDL bajo: Tener el conocido como «colesterol bueno» bajo aumenta el riesgo de muerte en un 15%.
Factores acumulativos: Por cada factor cardiometabólico adicional presente, el riesgo de muerte aumenta otro 15%.
Muerte no hepática: Las causas específicas de mortalidad más altas son las cardíacas y el cáncer extrahepático, superando la mortalidad específica del hígado graso.