
De acuerdo con la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos, los tumores son una masa anormal de tejido. Estos nacen cuando las células se dividen y multiplican excesivamente.
Existen dos tipos: benignos y malignos. Los segundos, son los de mayor preocupación, pues son cancerosos. La principal diferencia es que las células malignas no se quedan en un solo lugar, sino que pueden invadir otras partes del cuerpo.
Sin embargo, el cáncer no solo es causado por estos tumores o masas. También puede venir en forma “líquida”, como coloquialmente se le conoce.
Por ejemplo, la leucemia ocurre cuando la médula ósea produce un exceso de células blancas anormales, las cuales no maduran ni funcionan como deben. Estas desplazan a las células normales, causando deficiencia de glóbulos rojos, plaquetas y glóbulos blancos.
Dependiendo su agresividad y velocidad de crecimiento, puede ser aguda o crónica. La primera es el cáncer más frecuente en los niños y se le llama así por su progresión rápida. La crónica, en cambio, tiene un desarrollo más lento y puede permanecer estable un tiempo.
Y el linfoma es un tipo de cáncer de sangre de una célula más especializada y madura, llamada linfocito. Aunque este se origina en la médula ósea, es en los ganglios linfáticos donde se da la “transformación maligna”.
Por esa razón, este tipo de cáncer se caracteriza por un aumento del tamaño de los ganglios linfáticos, presentes en prácticamente todo el cuerpo.