
La grasa abdominal, sobre todo la visceral, aumenta riesgo metabólico; estrés, mal sueño y resistencia a la insulina la vuelven difícil de perder.
El abdomen es una zona donde el cuerpo tiende a guardar energía por razones biológicas muy específicas, y donde influyen factores que van más allá de la comida.
La grasa abdominal no es un solo tipo de grasa, en la zona del vientre conviven dos capas distintas y eso explica por qué a veces se siente dura o por qué cuesta tanto desplazarla.
Por un lado está la grasa subcutánea, la que se acumula justo debajo de la piel; es más blanda y se puede pellizcar. Por otro lado está la grasa visceral, que se almacena más profundo, alrededor de órganos como el hígado, el páncreas y el intestino.
La diferencia importa porque la grasa visceral no es pasiva. Hoy se sabe que funciona como un tejido metabólicamente activo: produce sustancias inflamatorias y señales hormonales que afectan el azúcar en sangre, los lípidos y la presión arterial.